miércoles, 9 de marzo de 2016

Lo sé

- Lo único que quiero es que sus brazos rodeen mi cuerpo. Sentirme pequeña a su lado, acurrucada en su pecho mientras huelo su piel y siento el calor que desprende. Quiero sus abrazos y caricias. Quiero reírme a su lado, hablar con él mientras estamos tumbados en la cama. Pegar mi oído a su cuerpo y escuchar como su corazón late un poquito más deprisa cuando estamos juntos. Quiero su cara cerca de la mía para poder besarle aquí y allá en ese precioso marco que es su rostro. Verme reflejada en sus ojos y que él se vea reflejado en los míos. Quiero sentirle fuera y sentirle dentro. Arañar su espalda para después curarla con mis labios. Quiero verle sonreír tras decirle alguna tontería. Pero también quiero verle llorar a mi lado para así haberlo compartido todo.
- Lo siento, pero... -no tenía que decir nada más. Hubo un pequeño silencio en la habitación que a ambas se les hizo eterno; un silencio que expresaba allí una realidad casi tangible que se extendía y espesaba por el cuarto a cada segundo que pasaba. Se dio cuenta de la incomodidad y pensó en algo que le llamó la atención:- Una cosa: has dicho que lo único que querías era que sus brazos rodeasen tu cuerpo. Y luego te has liado a pedir cosas, y no es lo único que quieres. Tú quieres más.
- Tienes razón, lo sé. Resumo entonces: lo único que quiero es ser feliz con él.

domingo, 6 de marzo de 2016

A veces...

A veces...

Quiero estar contigo. Quiero que estemos tú y yo. Los dos solos.
Quiero que estemos en una habitación. Vacía o llena de trastos, da lo mismo.
Solo una petición a la habitación: que no tenga ventanas ni puertas.
Bueno otra: que sea blanca.
Quiero que estemos uno frente al otro. Mirándonos. Pero no cerca.
Quiero que haya distancia, cierta distancia.

Y, ahora, quiero que me mires. Que me veas.
Quiero que veas como lloro. Quiero que veas cuanto lo hago.
Quiero que me veas chillar y gritar de dolor. 
De inmenso dolor.
Quiero que me veas destrozar cosas de la habitación, 
si estuviese llena. Y si no lo está, 
quiero que me veas patear el suelo, y pegar a las paredes.
Quiero que veas como caigo, temblando, exhausta, 
con lágrimas todavía saliendo de mis ojos. 
Quiero que me veas acurrucada, indefensa.

Quiero que te sientas impotente,
y que no puedas acercarte a consolarme.

Quiero que veas como me siento cuando recuerdo... 
Que ahí se queda todo.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Pensamientos

                                                                                                                                                
- Pero sal. Vete. ¡Fuera!
Su voz retumbaba por toda la sala. En el megáfono se alteraba el sonido de manera que su voz era mucho más estridente. Sus gritos toparon con aquellas paredes pintadas de un feo color salmón con un ruido ensordecedor, sin embargo, sonaban muy claras.
Él se dirigió hacia la puerta con una expresión de profunda derrota. Los ojos anegados en lágrimas y una mueca en el rostro de dolor que pocas veces se veía reflejada en la cara de alguien; solo cuando te obligan a darte cuenta de una cruel y desgarradora realidad.
Con los hombros hundidos y la cabeza agachada llegó a la puerta que se suponía debía atravesar para poder hacerla feliz, desaparecer y dejarla continuar con su vida. Agarró el pomo de la puerta sin levantar la cabeza y lo giró para abrir la puerta pero, al tirar de ella, descubrió que no podía. La puerta estaba cerrada. Bajo el pomo había una cerradura, y sobre este otro cerrojo, y otro, y otro... Y atravesando y uniendo las jambas de la puerta dos tablones de madera bien clavados al marco y encima de ellos unas pesadas cadenas de hierro sujetadas con un candado.
Él giró desconcertado sobre sus pies para dar media vuelta. No podía salir de allí por aquella puerta, que era la única salida; no tenía llaves para abrirla.
- No puedo salir -dijo él mirando a un lado y a otro.
- Lo sé -sonó por un megáfono anclado a la parte superior de una pared de la sala. La voz tenía un tono de pesadumbre-. Que tú salgas de aquí solo puedo hacerlo yo... -se oyó que la voz quebraba ante las ganas de llorar de quien hablaba; paró unos segundos y con un nudo en la garganta continuó diciendo:- va a ser muy difícil y tampoco sé si quiero que te marches.