- Lo único que quiero es que sus brazos rodeen mi cuerpo. Sentirme pequeña a su lado, acurrucada en su pecho mientras huelo su piel y siento el calor que desprende. Quiero sus abrazos y caricias. Quiero reírme a su lado, hablar con él mientras estamos tumbados en la cama. Pegar mi oído a su cuerpo y escuchar como su corazón late un poquito más deprisa cuando estamos juntos. Quiero su cara cerca de la mía para poder besarle aquí y allá en ese precioso marco que es su rostro. Verme reflejada en sus ojos y que él se vea reflejado en los míos. Quiero sentirle fuera y sentirle dentro. Arañar su espalda para después curarla con mis labios. Quiero verle sonreír tras decirle alguna tontería. Pero también quiero verle llorar a mi lado para así haberlo compartido todo.
- Lo siento, pero... -no tenía que decir nada más. Hubo un pequeño silencio en la habitación que a ambas se les hizo eterno; un silencio que expresaba allí una realidad casi tangible que se extendía y espesaba por el cuarto a cada segundo que pasaba. Se dio cuenta de la incomodidad y pensó en algo que le llamó la atención:- Una cosa: has dicho que lo único que querías era que sus brazos rodeasen tu cuerpo. Y luego te has liado a pedir cosas, y no es lo único que quieres. Tú quieres más.
- Tienes razón, lo sé. Resumo entonces: lo único que quiero es ser feliz con él.